9 de octubre de 2013

La desmemoria de Sebastián Piñera

Las encuestas adelantan que, tras las próximas elecciones presidenciales del 17 de noviembre en Chile, el actual gobierno representará nada más que una fisura histórica de la derecha conservadora entre los períodos de mandato de centroizquierda. Esta fisura no parece ser tan amplia desde el punto de vista ideológico y político, ya que muchos de los descontentos ciudadanos, relacionados en gran parte con el sistema de educación y últimamente con la conmemoración del cuadrágesimo aniversario del golpe militar del 11 de septiembre de 1973, estaban ya presentes durante los gobiernos anteriores.
La división de la política chilena se observa al menos en la descoordinación de los actos de conmemoración: la oposición y el oficialismo realizaron ceremonias distintas. El presidente Sebastián Piñera afirmó en una entrevista para el periódico El País que habría preferido ver una visión común y compartida de lo acaecido antes y después del golpe militar.
Es digno de notar en las palabras de Piñera, en primer lugar, una postura que existe en Chile desde el término de la dictadura. Se busca una visión común, independientemente de que ésta pueda ser incorrecta, inmoral o forzada. Es cierto que se puede percibir cierta división superficial, como la mencionada por Piñera, pero el debate claro y la iniciativa de promover el funcionamiento adecuado del poder judicial frente a temas fundamentales son elementos que parecen estar ausentes en las dos coaliciones con mayor aprobación.

De esta manera, a pesar de no asistir a una misma celebración, ambos bandos políticos han fallado durante sus respectivos gobiernos en aclarar y aplicar justicia a las violaciones de derechos humanos ocurridas después del golpe militar y durante la posterior dictadura. Durante los gobiernos anteriores de centroizquierda, la actual oposición, el dictador Augusto Pinochet fue nombrado Senador vitalicio para posteriormente ser desaforado, sin recibir una condena mayor antes de morir. Durante el gobierno de Piñera, los logros en este aspecto no fueron más allá de una débil alusión a los cómplices pasivos de la dictadura y a exigencias de perdón provenientes de los políticos que se sintieron aludidos. Cabe agregar que algunos ministros nombrados por Piñera colaboraron entonces con el régimen militar.
En segundo lugar, las palabras de Piñera son ejemplo de una de las habituales estrategias argumentativas de la derecha chilena al enfrentar el tema de la dictadura, esto es, no sólo hacen referencia a los crímenes acaecidos después del golpe militar, sino también a lo ocurrido antes. De esta manera se apela a la cadena de causas indirectas y provocaciones contingentes que supuestamente forzaron el curso de los hechos.
Posteriormente se le pregunta a Piñera por la supuesta paradoja reflejada en la desaprobación ciudadana de su gobierno en contraste con el éxito económico del país. “Yo creo que es una paradoja más aparente que real, porque a medida que los países progresan, las ciudadanías cambian. Por ejemplo, en Chile la gente que vivía en pobreza no protestaba y agradecía cualquier ayuda del Estado”, responde Piñera. De esta manera, el descontento sería efecto de la prosperidad económica y la transformación social: “[A] raíz de que el país prospera y esa gente abandona la pobreza y se incorpora a la clase media, se transforma. Y hoy día tenemos en Chile una sociedad y particularmente una clase media mucho más exigente, mucho más impaciente, mucho más empoderada, mucho más consciente de sus derechos y no tanto de sus deberes, y pide soluciones para todos los problemas, para todo el mundo, aquí y ahora.” Al parecer, la pregunta planteada en la entrevista cuestiona la ambigüedad que rodea al mandato actual, poniendo con esto a Piñera en un apuro. Sin embargo, una paradoja (término usado en la pregunta) no sólo implica normalmente una contradicción, sino que suele resolverse aclarando ciertas premisas o apelando al sentido común. De esta manera, la pregunta no presenta un grave aprieto, sino que abre gentilmente una salida al entrevistado, quien alude al carácter aparente de la paradoja.

La contradicción es de hecho aparente, pero por otra razón. El descontento de la sociedad chilena, perfectamente compatible con la prosperidad económica del país, no se basa principalmente en la pobreza o el desempleo, cuyos niveles han disminuido durante el actual gobierno. Esto ha permitido un considerable dinamismo económico, en el que se apoya posteriormente Piñera para aclarar su argumento. La desaprobación del gobierno proviene en gran medida de la desigualdad en la distribución de la riqueza que se genera con dicha disminución del desempleo y con el crecimiento económico, entre otros factores. Según la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE), Chile es actualmente uno de los países con mayor desigualdad de ingresos. De esta manera, lo que Piñera llama una clase media en transformación no es sino un grupo de personas con ingresos que se distinguen por medio de un abismo de los ingresos más altos. Entre ambos hay una real división, no aparente, como la paradoja planteada en la entrevista o como las diferencias ideológicas entre el gobierno y la oposición.
Para finalizar, es cuestionable que la sociedad chilena sea más consciente de sus derechos que de sus deberes. No queda claro en qué se basa Piñera para decir esto. Además, es claramente cuestionable que la sociedad chilena sea realmente más consciente de sus derechos que antes o que esto ocurra gracias al dinamismo social y económico. Pues no sólo es preciso analizar el movimiento económico de una sociedad parcialmente, sino también proporcionalmente. Considerando este segundo aspecto, el dinamismo económico en Chile mueve a la sociedad hacia la desigualdad. El descontento es real, no aparente, y lo más probable es que se extienda durante el próximo gobierno.

20.9.2013

http://www.diagonalperiodico.net/global/19929-la-desmemoria-sebastian-pinera.html

No toda reconciliación es justa

Quisiera realizar una de las muchas reflexiones con motivo del cuadragésimo aniversario del golpe militar en Chile y de las innumerables violaciones a los derechos humanos que lo sucedieron. El problema no es en primera instancia quién posee la razón hoy, sino (me apoyo aquí en el lema de un escudo debilitado por el nacionalismo) quién contó con la fuerza en aquella época. Entender lo segundo ayudará a la comprensión de lo primero.

Con este fin, me permito afirmar lo que podrá ser una vieja insistencia: debe haber justicia. Pero la vejez de esta insistencia no yace únicamente en la opinión (por más que éste parezca ser el escenario actual), sino sobre la vejez misma de la historia humana. Y esta historia nos muestra que la justicia necesita muchas veces del castigo. Una cuenta balanceada de este aspecto es algo que faltará lamentablemente en la celebración de este aniversario.

La justicia no se alcanza con peticiones de perdón acompañadas de exigencias de perdón, como la del senador Hernán Larraín. Por algo son peticiones, muestras de humildad, y no exigencias, muestras de poder. Tampoco se alcanza con actos políticos, ni con ceremonias religiosas, ni con especulaciones (a veces sólo en voces escritas, calladas) de una reconciliación forzada. No toda reconciliación es necesariamente justa. Sin embargo, una auténtica y honesta reconciliación surge únicamente de expresiones y aplicaciones de justicia. Ésta tampoco surge de la simple interpelación a cómplices pasivos, como la de Sebastián Piñera, sino del castigo equilibrado de los cómplices directos y activos.

La justicia y sus respuestas se alcanzarían tal vez si toda una sociedad las pidiera. Pero no es cierto que toda la sociedad chilena las pide, como afirmó Ernesto Lejderman. Lamentablemente, tal no es el caso.

Así, el carácter singular de la sociedad chilena a las sombras de este aniversario es precisamente que una gran parte no exige respuestas y preferiría que nunca se exigieran, lo que a las luces de cualquier percepción internacional de democracia parece vergonzoso. Posiblemente, este tipo de vergüenza sea al final lo único que permita alcanzar esa vieja justicia en un país de un nacionalismo tan arraigado como Chile.


7.9.2013 


http://insurgente.org/index.php/articulos/autopublicacion/item/7168-no-toda-reconciliaci%C3%B3n-es-justa

6 de agosto de 2011


Hace pocos días fue publicado por el gobierno un documento, titulado ''Políticas y propuestas de acción para el desarrollo de la educación chilena'' (1 de Agosto de 2011), que pretendía calmar las demandas de quienes, con razón, se oponen a los cimientos del sistema educativo chileno. Dichos cimientos son tan débiles como los fundamentos de la formulación del documento en cuestión, lo cual se refleja, pocos días después de su publicación, en el incremento de las protestas y en la caída de la aprobación de su autor, el mismo gobierno.


No concentraré aquí mi atención en las diferentes críticas particulares de las que ha sido blanco este documento, sino en el concepto de acción en el cual está basado. Este término es ya utilizado en su título de manera sugerente y proclama desde el inicio, creo, la dudosa promesa de una verdadera obra política seguida de efectos relevantes. Sin embargo, las sólo aparentes inmensas cifras de dinero, el constante uso de la difusa noción de mediano plazo y la referencia a medidas que no cumplen más que un rol evasivo en la argumentación sólo muestran que ni los efectos exigidos ni la relevancia tendrán lugar en el futuro. El documento propuesto parece ignorar en su primera mitad que las demandas que provienen de los estudiantes (y de la enorme cantidad de ciudadanos que los apoyan) consideran necesidades fundamentales que conciernen a las raíces mismas del sistema educativo. ¿Se ha enfocado últimamente la crítica en el sistema de transporte escolar acaso? Es verdad, el sistema de transporte no es irrelevante, si se considera la realidad de la educación en toda su complejidad. Pero la relevancia de una acción depende muchas veces del contexto en que se ejerce y el contexto de las exigencias a las cuales el documento pretende responder no le da esta vez suprema relevancia al sistema de transporte.

Con esta manera de argumentar, el documento propuesto no hace más que evadir la pregunta y desviar la respuesta a temas pasados con el fin de aludir al gobierno predecesor, de algun modo, y de ofrecer una gran cantidad de propuestas diversas, pero carentes de relevancia. Lo mismo sucede con mencionar el sistema de becas para investigación y de postgrado. Si bien estas medidas mejoran la educación como un conjunto, no hacen ninguna referencia a los flojos fundamentos de la misma, sino que son compatibles con ellos.

¿Cuál es entonces el concepto de acción en el cuál se basa este documento? ¿Qué quiere decir el título con sus propuestas de acción? Al parecer, la acción no es propuesta, en este caso, asegurando determinados efectos. Más que nada, se propone como una opción. A pesar de ser prometedor, el concepto de acción es sólo un punto reinterpretable, para cuando exista la necesidad de manipularlo. Lo cierto es que las exigencias a las cuales estas propuestas de acción pretenden responder no parecen requerir acciones, sino efectos. Un documento de propuestas sobre el sistema educativo que realmente responda a los problemas que se critican debería asegurar desde el principio los efectos de las acciones y luego pensar en cómo llegar a producrilos. Pues las causas particulares que terminen con el negocio lucrativo excesivo en educación o que mejoren el sistema universitario pueden ser diversas, pero los efectos generales deberán ser siempre los mismos.

Dicho documento, si hubiese querido concentrarse en la relevancia, habría tenido que señalar las intenciones de los actos mismos. Muchas veces se toma de manera implícita el hecho de que la razón principal para ejercer una acción es la intención de realizarla. Este principio se vulneraría si las acciones propuestas en el documento en cuestión nunca se llevaran a cabo. Sin embargo, podemos confiar (quizás ingenuamente) en que al mencionar estas acciones, los responsables del documento tienen además la intención de efectuarlas. Pero la razón de una acción puede corresponder también a sus efectos. Creo que el documento ''Políticas y propuestas de acción para el desarrollo de la educación chilena'' carece tanto de alusiones consistentes y relevantes a los efectos de las acciones que se proponen, como a las intenciones de alcanzar tales efectos.

Otra de las debilidades principales del documento se encuentra en el parágrafo sobre el sistema de acceso y selección para la educación superior. Este asunto sí es relevante bajo el contexto de las exigencias y demandas a las cuales el documento pretende responder. El principal argumento se relaciona con el mérito que debe poseer un estudiante para ingresar al sistema universitario, que es el camino correcto, si uno de los conflictos principales corresponde al financiamiento de la educación. Sin embargo, el mérito es nuevamente un concepto débil en cuanto a los criterios que lo determinan, basado en la predicción del desempeño futuro del estudiante y no en la garantía de que el sistema educativo lo formará correctamente. Y cuando se hace referencia a la calidad y a la equidad de la educación, se introducen en el documento propuestas relacionadas con mediciones basadas en criterios de valoración escolar (rankings). ¿Cuál es el sentido de garantizar equidad en un grupo mediante un sistema de clasificación que distingue entre los mejores y los peores de sus miembros?

El problema más significativo no yace tal vez en las propuestas ni en el contenido mismo del documento, sino en la irrelevancia, dado el contexto de las exigencias, de la mayoría de sus puntos, pero más que cualquier otra cosa, en la debilidad de lo que éste supone por acción, especialmente con respecto a los efectos y a las intenciones de la misma*.


 
Esteban Céspedes



* Publicado en El Post.